Durante el viaje que hicimos este verano (agosto de 2020), atravesando los Pirineos sobre dos ruedas, y especialmente en aquellos momentos en los que la limitación de espacio en las maletas de la moto y el frío, la humedad y la lluvia lo hicieron un poco más complicado… comenzamos a imaginar cómo sería poder viajar, también, algún día, en una furgoneta convertida en «casa»; tener la posibilidad de seguir perdiéndonos en la naturaleza, entre fines de semana y vacaciones, pero moviéndonos con algo más de comodidad y con un techo siempre a punto para resguardarnos cuando hiciese falta.

A principios de octubre, por pura curiosidad, comenzamos a mirar, aquí y allá, furgonetas de segunda mano que se pudieran «camperizar». El caso es que, a medida que fuimos buscando, aún sin ninguna pretensión, una cosa nos fue llevando a otra… y todo ello, a pensar en la posibilidad de hacer realidad esa ilusión compartida como algo lejano algunos meses atrás.

Nissan Vanette

Y así, sin apenas darnos cuenta, la idea fue cogiendo fuerza y el deseo, haciéndose más y más grande… hasta que un día, entre conversación y conversación, nos topamos con un antiguo modelo de 1988 que, por ser diferente y mucho más especial que cualquiera de los que habíamos visto hasta entonces, nos enamoró, al instante, a los dos. Pocos días después, decidimos ir a verla y en directo, resultó gustarnos aún más…

Después de darle muchas vueltas, de valorar todos y cada uno de los pros y contras, de dudar si realmente era el mejor momento para hacerlo… a finales de mes, terminamos por comprarla. Desde entonces, hemos estado soñando con las escapadas que nos gustaría poder llegar a hacer con ella cuando eso sea posible y pensando en cómo ir poniendo a punto y convirtiendo esta pequeña Nissan Vanette, con más de 30 años sobre sus ruedas, en «casa».

Nissan Vanette

Laura López

11/18/2020